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Sanando sistemas

Josefina E.



Cómo reconocer el trauma en nosotros mismos, en otras personas y en los sistemas que nos rodean puede abrir nuevas vías para resolver los problemas sociales.

Como escribe el autor brasileño Paulo Coelho, "Uno no se ahoga cayendo a un río, sino permaneciendo sumergido en él". Esta es una metáfora adecuada de cómo el trauma afecta a las personas, individual y colectivamente. La humanidad está sumergida en capas de traumas individuales, intergeneracionales y colectivos, pero generalmente no lo reconocemos. Esto nos impide abordar las raíces de los retos colectivos a los que nos enfrentamos y nos impide dar pasos hacia una curación que pueda transformar los sistemas que nos rodean.

El trauma es una parte casi universal de la experiencia humana y una fuerza invisible que contribuye al "estancamiento" de prácticamente todos los sistemas sociales -incluidos el bienestar infantil, la justicia penal, la educación, la atención sanitaria y la vivienda-, incluso cuando la humanidad se precipita de cabeza hacia el colapso sistémico más destructivo de todos: la crisis climática que amenaza la vida en la Tierra.

 Sin embargo, el impacto del trauma sigue estando prácticamente ausente del discurso dominante sobre el cambio de los sistemas. En parte, esto se debe a que tendemos a creer que el trauma está "ahí fuera", que otras personas están traumatizadas y necesitan ayuda, pero que nosotros estamos bien, cuando en realidad todos tenemos traumas. El trauma que arrastramos afecta a nuestra forma de ver el mundo y de vernos a nosotros mismos y, por tanto, determina el curso futuro de los sistemas sociales. A menos que reconozcamos el trauma, nos comprometamos con él y encontremos formas de apoyar la curación individual y colectiva, nuestros sistemas seguirán estancados.

En el último año, hemos trabajado con una coalición multidisciplinar de socios liderada por The Wellbeing Project y la Universidad de Georgetown para aplicar las ideas del campo de la curación del trauma a la práctica del cambio de sistemas. Docenas de líderes del cambio social, indígenas y comunitarios que trabajan en diferentes sistemas en geografías tan variadas como Sri Lanka, Rumanía, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Colombia, India y Estados Unidos compartieron su tiempo y experiencia con nosotros con la esperanza de ayudar al sector social a forjar un lenguaje común en torno al trauma y abogar por la curación colectiva como parte integral del trabajo de cambio de sistemas.

"Nuestros sistemas no reconocen cómo el trauma afecta a las personas y, como resultado, los responsables de la toma de decisiones en esos sistemas crean trauma y mantienen a las personas en un espacio de trauma", nos dijo Allison Wainwright. Wainwright es directora general de Family Life, uno de los mayores proveedores de servicios familiares de Australia que trabaja con niños vulnerables y sus familias. "Si no hablamos de ello y lo reconocemos, es muy difícil que se produzcan cambios", añadió.

 

Ver los traumas individuales, intergeneracionales, colectivos e históricos como lo que son -fuerzas poderosas con las que hay que contar en nuestros sistemas actuales- y trasladar los debates sobre el trauma de los márgenes a la corriente dominante puede ayudar al sector social a discernir enfoques nuevos y eficaces para el cambio de los sistemas.

El punto de partida: Comprender el trauma en nosotros mismos

Comprender y abordar el trauma a nivel sistémico empieza por comprender nuestra propia historia traumática. Una vez que examinamos y reconocemos cuándo el trauma está presente en nosotros mismos, podemos sacar la cabeza del agua y empezar a darnos cuenta del trauma en el que nadamos nosotros y los demás. Está en todas partes.

El trauma es una herida invisible sin cicatrizar causada por un acontecimiento abrumador, una serie de acontecimientos o unas condiciones duraderas que permanece activa en nuestro cuerpo, nuestra psique y nuestra forma de relacionarnos con los demás. Durante un incidente traumático, una parte del cerebro llamada amígdala toma el control, produciendo respuestas involuntarias y reactivas. Estos incidentes se fragmentan y se apartan de nuestra conciencia, desintegrados, pero fuera de nuestro camino, para que podamos seguir funcionando.

Estas respuestas son inteligentes: Nos ayudan a sobrevivir a acontecimientos y circunstancias que amenazan o alteran nuestra vida mientras los experimentamos. Pero esto tiene un alto coste. Si el trauma no se procesa ni se cura, la amígdala puede hacer que nuestro cerebro entre en un estado elevado o activado cuando detecta una amenaza similar. Esto puede reactivar nuestras respuestas originales, en gran medida inconscientes, incluso años después y aunque la amenaza sea de una naturaleza muy diferente, como una pelea con nuestra pareja o una reunión cargada de emociones en el trabajo.

Estas respuestas se han popularizado en los últimos años debido en parte al trabajo de Stephen Porges, cuya Teoría Polivagal ofrece una explicación de cómo el cuerpo y el cerebro se comunican a través del sistema nervioso para responder a las percepciones de peligro o seguridad en diferentes situaciones, incluidos los estresores cotidianos y los traumas. Cuando percibimos una amenaza o peligro, la amígdala activa instantáneamente el sistema nervioso autónomo, que moviliza nuestro cuerpo y nuestras emociones para responder. Podemos sentirnos estresados, ansiosos o temerosos y manifestar uno o varios de estos comportamientos comunes:

·       Respuestas de lucha: comportamientos hiper vigilantes, agresivos y controladores, como críticas excesivamente duras, reacciones exageradas ante infracciones leves, condenas inmisericordes de las malas acciones, retención de información y desconfianza crónica e injustificada.

·       Respuestas de huida: fragmentación, confusión y desorganización, no reconocer una realidad abrumadora, restar importancia a las consecuencias e incoherencia entre las palabras y la acción.

·       Respuestas de congelación: parálisis, disociación, retraimiento, entumecimiento, insensibilidad, voluntad inmovilizada, sensación de vacío o desconexión e incapacidad para acceder a las emociones.

Todos los seres humanos experimentan estas respuestas. Nuestra evolución y supervivencia como especie han dependido de la respuesta a las amenazas para mantenernos a salvo. Nadie puede burlarlas, porque no ocurren en la mente consciente.

 

Qué podemos ganar reconociendo el trauma en los sistemas

Del mismo modo que debemos hacer conscientes nuestras respuestas traumáticas individuales, también debemos ampliar la visión que tenemos del trauma. La narrativa predominante, que se centra en los individuos, trata a las personas traumatizadas como psicológicamente anormales, en lugar de como si tuvieran una reacción normal a circunstancias anormales. También refuerza un modelo médico individualizado de intervención como solución. Esto no sólo es un marco incompleto, sino también perjudicial y dañino para los grupos oprimidos y marginados, ya que hace recaer la responsabilidad del daño y la carga de curarse de él en el individuo y no en el sistema.

Esta crítica ha sido fundamental para el trabajo innovador y vital sobre el racismo estructural en los últimos años. Académicos, líderes intelectuales y activistas de los movimientos por la equidad racial, la justicia reparadora y la descolonización -incluidos Resmaa Menakem, Gail Christopher, Shawn Ginwright, Brian Stevenson, Eduardo Duran, Adrienne Maree Brown y Edgar Villanueva- han profundizado y elevado la atención sobre el racismo estructural y el trauma racial que nuestros sistemas siguen perpetuando. Es importante destacar que estos movimientos han aumentado la visibilidad y el examen de las causas sistémicas como factores que dan lugar al trauma en grupos específicos de personas.

Ver el trauma a través de un lente sistémico puede informar las estrategias para el cambio social de muchas maneras. En primer lugar, nos ayuda a lidiar con la complejidad y a resistir la tentación de reducir o aislar las respuestas traumáticas de una persona a un único acontecimiento o causa. Muchas expresiones individuales del trauma son, al menos en parte, de origen colectivo. La mayoría de las personas que viven hoy en día cargan con diferentes capas de trauma -incluido el trauma intergeneracional, colectivo y/o histórico- en diversos grados.

 

Tipos de trauma

El trauma individual se refiere a una herida invisible causada por un acontecimiento abrumador, una serie de acontecimientos o unas condiciones duraderas. Dependiendo del nivel de amenaza para nuestra vida, nuestro sistema nervioso autónomo responde con altos niveles de estimulación y movimiento (la respuesta de lucha o huida) o se cierra (la respuesta de congelación). Cuando no tenemos los medios para procesar el impacto de la experiencia, nuestro sistema nervioso autónomo fragmenta la energía y la información relacionadas y la aparta de nuestra conciencia, pero las retenemos inconscientemente en nuestro cuerpo y nuestra mente hasta que nos curamos de ellas.

 

El trauma intergeneracional se produce cuando uno o más antepasados transmiten traumas no curados que experimentaron antes de tener hijos o durante el embarazo. La información codificada en sus cuerpos como sensaciones, emociones y reacciones se transmite a las siguientes generaciones por vía epigenética o a través de mecanismos como la dinámica familiar.

 

El trauma colectivo describe el impacto a nivel de población de un acontecimiento o proceso catastrófico que trastorna las estructuras que una comunidad o sociedad ha creado para mantener su modo de vida. Un acontecimiento traumatizante colectivo interrumpe el flujo de actividades y/o destruye o bloquea el acceso a los recursos normalmente disponibles, y puede dar lugar a experiencias de fragmentación, aislamiento, desorientación, deshumanización e incluso muerte. Las catástrofes naturales y las guerras son ejemplos de traumas colectivos.

 

El trauma histórico puede ser de naturaleza colectiva e intergeneracional, pero se refiere específicamente al daño y la opresión intencionados cometidos contra un grupo de personas por características como la raza, la religión o la identidad nacional, social o sexual, y destinados a subyugarlas para obtener beneficios. La esclavitud y la colonización son ejemplos de traumas históricos que también son de naturaleza colectiva.

 

El trauma sistémico incluye los impactos no abordados de traumas individuales, intergeneracionales, colectivos e históricos, así como nuevos traumas creados por estructuras sistémicas y dinámicas relacionales dañinas del presente.

 

En segundo lugar, pensar en escalas temporales más largas es esencial para adoptar una visión sistémica y ayuda a explicar por qué los traumas no resueltos ni curados del pasado contribuyen al "estancamiento" que experimentamos en la actualidad. Como escribe la reputada pensadora sistémica Donella Meadows: "En un sentido sistémico estricto, no hay distinción entre largo y corto plazo. Experimentamos ahora las consecuencias de acciones puestas en marcha ayer y hace décadas y hace siglos".

Dicho de otro modo, los traumas intergeneracionales, colectivos e históricos seguirán formando parte de nuestros sistemas actuales hasta que nos recuperemos colectivamente de ellos, porque viven dentro de nosotros y afectan a cómo experimentamos el momento presente. Esto incluye lo que estamos dispuestos y somos capaces de ver, nuestras creencias, nuestra apertura y creatividad, y nuestra capacidad de crecer y desarrollarnos. De forma muy real, los traumas del pasado influyen en el curso futuro de los sistemas.

La persistencia del trauma histórico en los sistemas actuales es algo que incomoda a la mentalidad occidental; muchas personas quieren "dejar atrás el pasado de una vez por todas" y se preguntan por qué otros no "lo superan". Esta respuesta -que podríamos calificar de negación colectiva ante una realidad abrumadora- está íntimamente ligada al privilegio blanco, uno de los obstáculos más importantes para la percepción y el reconocimiento generalizados del trauma intergeneracional y colectivo.

"El poder y los privilegios están en manos de hombres blancos como yo, así que nos dedicamos a cambiar las cosas evitando [mirar] el trauma", afirma David Hanna, de Inspiring Communities, que apoya a una red de personas y organizaciones que persiguen el desarrollo dirigido por la comunidad en toda Nueva Zelanda, incluidas las comunidades maoríes y de las islas del Pacífico que sufren altos índices de encarcelamiento. "Aunque la mayoría de los que trabajamos en el sector de los servicios sociales queremos ayudar de verdad, es uno de los sectores más colonizadores. Ese es el poder del trauma ancestral que aún vive en estos sistemas en Nueva Zelanda".

Muchas personas en posiciones de poder han "heredado un acuerdo para mirar hacia otro lado" -una frase evocadora para describir la tendencia de los líderes a identificar posibles causas subyacentes de los males sociales distintas del trauma, para evitar mirarlo-, pero Hanna es una de las docenas de líderes del cambio social que rompen ese acuerdo tácito. Él y el equipo de Inspiring Communities utilizan en sus programas un marco diseñado en maorí para el trauma intergeneracional, apoyan rituales de curación colectiva dirigidos por la comunidad y facilitan experiencias de curación colectiva entre miembros de bandas rivales.

Ver el trauma a través de una lente sistémica arroja luz sobre una verdad obvia: la dimensión colectiva del trauma requiere un contexto colectivo para la curación. En gran parte del mundo occidental, se asume que la curación del trauma debe producirse de forma individual y en privado, como en la consulta de un psicólogo. Y aunque la terapia es absolutamente apropiada en algunas circunstancias, es insuficiente para curar las heridas colectivas.

Crear espacios para la curación puede empujar a nuestros sistemas traumatizados y traumatizantes hacia sistemas de compasión y atención. Sacar a la luz y afrontar colectivamente los traumas dentro de las organizaciones y entre los sistemas puede reparar las relaciones y restablecer el flujo de ideas, dando lugar a nuevas formas de trabajar y de relacionarse. Muchos líderes de organizaciones sin ánimo de lucro, fundaciones y esfuerzos colectivos están empezando por implicar a su equipo directivo, departamentos de recursos humanos y juntas directivas en conversaciones sobre el daño histórico y el liderazgo informado sobre el trauma.

 

Otros se han embarcado en un proceso de curación colectiva. La Irreducible Grace Foundation de Minnesota, por ejemplo, utiliza las artes escénicas y la palabra hablada para generar confianza entre los jóvenes que sufren desigualdades y las instituciones que les prestan servicios. "Cuando empezamos a trabajar, pensábamos que sólo los jóvenes de nuestras comunidades necesitaban curarse de los traumas", explica Darlene Fry, directora ejecutiva de la organización. "Fue toda una epifanía para todos nosotros darnos cuenta de que el trauma existe en nosotros y también en nuestros cuerpos. Tuvimos que emprender nuestro propio viaje de sanación para limpiar nuestra organización, nuestras comunidades y las generaciones que nos precedieron."

 

Cinco características del trauma sistémico

Como se ha señalado anteriormente, el trauma dentro de los sistemas, o trauma sistémico, incluye los efectos no abordados de los traumas individuales, intergeneracionales, colectivos e históricos, así como los nuevos traumas creados por las dañinas estructuras y dinámicas relacionales actuales del sistema (véase el recuadro). Si se deja sin curar y sin integrar, la respuesta del sistema al trauma puede romper las relaciones, minar la energía y la creatividad colectivas, y disminuir la interconexión que sirve de alma a los grupos y comunidades prósperos.

Pero ¿Qué aspecto tiene realmente el trauma sistémico? ¿Cómo podemos reconocerlo cuando lo experimentamos? ¿Y cómo empezamos a curarlo? Nuestras entrevistas con líderes del cambio sistémico revelaron cinco características importantes.

 

1. Las respuestas traumáticas sistémicas imitan las respuestas traumáticas individuales.

Tomar conciencia de cómo el trauma afecta a nuestro sistema nervioso individual nos abre a considerar cómo esas mismas respuestas fluyen a través de nuestras interacciones interpersonales y se manifiestan a mayores escalas de magnitud en nuestras organizaciones, comunidades y sistemas. La noción de patrones que se repiten a través de diferentes magnitudes se conoce en los mundos natural y digital como fractal. "Los fractales son patrones infinitamente complejos que son autosimilares a través de diferentes escalas", escribe la autora y activista por la justicia transformadora Adrienne Maree Brown en su libro Emergent Strategy. "Lo que practicamos a pequeña escala establece los patrones de todo el sistema".

Utilizando la Teoría Polivagal como base, extrapolamos algunas de las respuestas traumáticas individuales más comunes a escalas de manifestación mayores y, a continuación, pusimos a prueba esas expresiones traumáticas en varios talleres con líderes del cambio social que trabajan en los sistemas de bienestar infantil, justicia penal, educación, vivienda y otros. Muchos participantes reconocieron al instante los ejemplos de trauma sistémico que ofrecimos, especialmente entre los actores del sistema en posiciones de poder, como las instituciones gubernamentales.

 

Las expresiones sistémicas de respuestas traumáticas comunes de "lucha, huida, congelación" incluyen:

·        Desestimar injusticias pasadas por considerar que no tienen relevancia para las disparidades actuales.

·       Ocultar información y/o recopilar e interpretar datos de forma que se estigmatice a todo un grupo de personas.

·       Normas culturales que refuerzan o incluso celebran los comportamientos de insensibilización y "ausencia" (estar físicamente pero no emocionalmente presente) ante circunstancias angustiosas o desgarradoras.

·       Avergonzar y deshumanizar a todo un grupo de personas como intrínsecamente defectuosas, inferiores o "rotas".

·       Fragmentar los flujos de financiación, los protocolos y las respuestas políticas en partes cada vez más pequeñas hasta que resulte casi imposible ver y servir a la visión de conjunto.

·       Un patrón persistente de desconfianza, territorialidad o falta de cooperación entre las partes de un sistema debido a relaciones rotas y conflictos sin resolver

Un conjunto más amplio de preguntas orientativas para identificar posibles manifestaciones de trauma sistémico está disponible aquí y proporciona un punto de partida para las conversaciones para explorar dónde podría residir el trauma sistémico en los sistemas sociales en los que participa.

 

2. Los sistemas son portadores de traumas porque son relacionales.

 Los sistemas no son construcciones mecánicas ni instituciones impersonales sin rostro. Están hechos de las relaciones entre las personas que los integran. El trauma afecta a las relaciones de muchas maneras, pero lo más importante es que impide la capacidad de las personas para establecer relaciones sanas y relacionarse con los demás con compasión y empatía.

"Los patrones que vemos en la terapia individual se reflejan en el trabajo que hacemos con la comunidad", dice Wainwright. "Es la misma hipervigilancia e ira y el mismo desapego, tanto si trabajamos con un joven que ha sido apartado de su hogar familiar y colocado en un hogar de acogida como si entramos en una habitación llena de personas de una comunidad vulnerable. Si la gente sufre, fluye a través de sus conexiones y se extiende por sus comunidades".

Esta noción de trauma que fluye a través de nuestras interacciones y relaciones ofrece una poderosa visión de cómo el trauma se amplifica a mayor escala hasta que acaba atrapado en un sistema y codificado en el comportamiento de ese sistema a lo largo del tiempo. Así, podemos pensar en las respuestas al trauma como algo tanto individual como colectivo, que se produce en todos y cada uno de los sistemas que implican relaciones de personas interconectadas e interdependientes.

 

3. Los líderes deben reconocer tanto su propio trauma como el trauma sistémico que afecta a los demás.

Aunque debemos centrarnos en el trauma de las personas históricamente oprimidas y sus descendientes en la labor de cambiar los sistemas injustos, todos tenemos la responsabilidad de curar las heridas históricas y colectivas. Cuanta más influencia tenga una persona, ya sea por su papel de liderazgo, sus contactos o los recursos de que disponga, mayor será su impacto en un sistema determinado. Si los líderes del sistema toman decisiones en un estado activado o exteriorizan sus respuestas traumáticas en los demás -por ejemplo, a través de comportamientos de control, culpabilización, negación, deshumanización o insensibilización-, los sistemas en los que influyen reflejarán esos mismos patrones.

Profundizar en la conciencia de nuestras propias respuestas traumáticas inconscientes por defecto y asumir la responsabilidad por ellas es una capacidad vital para los líderes del cambio social, ya que llevamos nuestra historia traumática y nuestras respuestas traumáticas inconscientes a los papeles que asumimos en los sistemas que estamos intentando cambiar. Por si fuera poco, muchos profesionales del sector social están expuestos a traumas indirectos e incluso a daños morales en el transcurso de sus carreras.

"Hacer nuestro propio trabajo sobre el trauma nos permite darnos cuenta mejor de cuándo actuamos a partir de nuestras propias respuestas traumáticas por defecto. Del mismo modo, nos ayuda a identificar las respuestas traumáticas de los demás y a distinguir entre su comportamiento cuando se encuentran en un estado activado y su identidad como persona. También permite relacionarse con los demás de forma empática y humanizadora y discernir formas de trabajar que reduzcan la probabilidad de desencadenar o volver a traumatizar a otras personas del sistema, en particular a las más vulnerables.

El proceso también ayuda a los líderes a desarrollar una mayor capacidad para ver, reconocer y abordar los traumas históricos, intergeneracionales y colectivos que residen en los sistemas y repercuten en los demás. Sin embargo, muchos responsables de la toma de decisiones se niegan a conocer o reconocer públicamente el trauma sistémico, porque hacerlo podría cuestionar directamente sus privilegios y su posición. En consecuencia, pueden optar por desviar la atención, intencionadamente o no, del verdadero origen del problema.

"Quienes trabajamos en salud pública y resolución de conflictos vemos todas las formas en que nuestros traumas históricos no resueltos se manifiestan como problemas de salud mental, adicción, problemas de conducta y violencia", afirma Vinya Ariyaratne, presidenta del Movimiento Sarvodaya Shramadana de Sri Lanka, país que sufrió 26 años de guerra civil que terminó en 2009. "Pero los responsables políticos no lo reconocen. Dicen: 'No, no tenemos traumas. Sólo necesitamos crear empleo'. Como no se ha reconocido nuestro trauma histórico, la gente tiene que afrontarlo a su manera privada."

 

4. Los sistemas más necesitados de curación suelen ser los que más se resisten.

Como ilustra el ejemplo anterior, el adormecimiento y la negación son formas habituales de afrontar el trauma como una experiencia abrumadora. Por lo tanto, no debería sorprendernos que las conversaciones sobre la presencia del trauma encuentren resistencia. "Si estás traumatizado, es difícil que lo veas porque tu psique se resistirá a ello", afirma Andrea Blanch, ex copresidenta de la Campaña para la Política y la Práctica Informadas por el Trauma. "La dinámica del trauma es que debes empezar a curarte antes de poder ver el problema del que te estás curando. Lo mismo ocurre con los sistemas. Cuanto más traumatizado esté un sistema, más se resistirá a curarse".

Las implicaciones del diagnóstico de Blanch son profundas para los profesionales del cambio de sistemas. Los cambios estructurales por sí solos, como los cambios políticos o los cambios en los flujos de recursos, no son suficientes. En lugar de superponer continuamente soluciones bienintencionadas a sistemas traumatizados, los responsables del cambio podrían centrarse en crear las condiciones para la curación y la reparación. El proceso de creación de esas condiciones nos permite ver el problema y a las personas implicadas de forma diferente, abriendo nuevas formas de relación y posibles vías de actuación que de otro modo no serían posibles.

Un ejemplo de ello es el programa Truth, Racial Healing and Transformation (TRHT) de la Fundación W.K. Kellogg, diseñado por Gail Christopher, pionera en equidad sanitaria y estrategias holísticas para el cambio social. Con el objetivo de lograr un cambio transformador y sostenible, el programa puso en marcha en 2016 un proyecto plurianual para crear las condiciones que permitan sanar a comunidades de 14 ciudades estadounidenses. La metodología de TRHT incluye el uso de círculos de sanación y conversaciones intersectoriales y transcomunitarias que ayudan a reparar el daño racial a través de la escucha profunda, descubriendo valores compartidos y disminuyendo las diferencias de poder.

Un principio importante en el proceso de TRHT es que la curación del trauma y la acción colectiva se refuerzan mutuamente. "Cuando las personas abogan por políticas y oportunidades que aborden las causas del trauma, estas actividades contribuyen a un sentido de propósito, poder y control sobre las situaciones de la vida", escribe Shawn Ginwright, fundador de la consultora sin ánimo de lucro Flourish Agenda, que ayuda a las organizaciones a centrarse en la curación. "Las comunidades y las personas que sufren traumas son agentes en el restablecimiento de su propio bienestar, y [el propósito, el poder y el control sobre las situaciones vitales] son ingredientes necesarios".

Al hacer hincapié en la curación antes de desarrollar soluciones y continuar con los esfuerzos colectivos de curación mientras se defienden y aplican esas soluciones, las comunidades que participan en TRHT están viendo progresos donde los esfuerzos del pasado se disiparon. Selma, Alabama, está abordando políticas disciplinarias escolares perjudiciales; Kalamazoo, Michigan, ha aprobado una legislación de vivienda justa; y Richmond, Virginia, está encontrando nuevas formas de llegar colectivamente a un acuerdo con su pasado problemático como el latido del corazón de la Confederación.

 

5. Sanar las relaciones entre las personas de un sistema puede cambiar el comportamiento del sistema.

Aunque es importante que cada uno trabaje en su propio trauma, un marco individualista no es suficiente. Las dimensiones colectivas y sistémicas del trauma requieren un contexto relacional para la curación. Sanamos más profundamente a través de otros y en comunidad con otros. Como dice Kazu Haga, autor de Healing Resistance: A Radically Different Response to Harm, escribe: "Se nos pide que sanemos individualmente las heridas sistémicas y sociales".

El poder curativo de las relaciones es quizá el mayor punto de apoyo para cambiar radicalmente el comportamiento de un sistema y los resultados que produce. La organización sin ánimo de lucro Glasswing International, por ejemplo, moviliza a jóvenes, comunidades y organismos públicos para abordar las causas profundas y las consecuencias de la pobreza, la violencia y la migración forzosa. "El trauma vive en los sistemas y en las personas que prestan servicios dentro de esos sistemas", afirma Celina de Sola, cofundadora y presidenta de la organización. "Intentamos redescubrir el poder de la curación del trauma en contextos que no son propicios para la curación, porque cambiar ese paradigma podría ser transformador".

Fundada originalmente en El Salvador, la labor de Glasswing se ha ampliado hasta llegar a más de 2 millones de personas en 12 países. Trabajando institución por institución, Glasswing ha impartido formación en psicoeducación sobre el trauma a más de 100.000 profesores, policías y trabajadores sanitarios, basándose en la terapia cognitivo-conductual y técnicas de relajación respiratoria. "Nuestra metodología empieza por ayudar a los empleados del sector público a entender cómo afecta el trauma a su cuerpo, su mente y su comportamiento", nos explica de Sola. "Una vez que tienen un momento 'a-ha' sobre sus propias respuestas al trauma, entonces pueden verlo en otros y responder de forma diferente, y eso acaba cambiando la dinámica. Luego les damos herramientas para afrontar los efectos del trauma a nivel interpersonal, porque intentamos influir en los sistemas educativo y sanitario de los que forman parte".

Cientos de escuelas, hospitales y organismos encargados de hacer cumplir la ley cuentan ahora con una perspectiva informada sobre el trauma integrada en su prestación de servicios y atención, que incluye especialistas formados en plantilla y protocolos de intervención y derivación. "Ese es el asombroso poder de las relaciones", dijo de Sola. "En cierto modo, se trata de volver a aprender a aprovechar la compasión para ayudar a los demás a sanar y ayudarnos a nosotros mismos a sanar".

 

Transformar los sistemas mediante la curación colectiva

La curación colectiva -aprovechar el poder de las relaciones para sanar juntos- es un enfoque al que le ha llegado su hora. En el contexto del cambio de los sistemas, la curación colectiva ayuda a las personas y a los grupos de un sistema a distinguir y reparar el daño que se les ha hecho a ellos y/o que ellos han hecho a otros; a transformar la energía destructiva que deja el trauma en una mayor conciencia, compasión y aprendizaje; y a participar en la búsqueda de formas nuevas y más creativas de prosperar y colaborar con los demás para cambiar el comportamiento del sistema.

Dicho esto, no es realista que todas las personas de un sistema participen en un proceso de curación colectiva. No suele haber suficiente aceptación desde el principio y hay que lidiar con limitaciones logísticas, financieras y de espacio. Un enfoque más factible es crear lo que el maestro espiritual y autor Thomas Hübl ha denominado "bolsas" de curación colectiva en todo el sistema. Consisten en grupos de personas comprometidas intencionadamente en un proceso de sanación colectiva para reparar relaciones, restablecer la conectividad y profundizar en su capacidad de seguir relacionadas consigo mismas y con los demás, incluso en un estado activado. Estos focos de restauración y reparación irradian hacia el exterior, afectando a las relaciones individuales, las organizaciones y las coaliciones y movimientos más amplios de los que forman parte los miembros del grupo.

En muchos casos, los líderes del cambio social que han integrado la sanación colectiva en su trabajo de cambio de sistemas se inspiran en las culturas indígenas, la sabiduría y las tradiciones espirituales practicadas durante miles de años, así como en enfoques actuales como la justicia reparadora y las iniciativas de verdad y reconciliación. En Nueva Zelanda, por ejemplo, Unity House adopta una orientación indígena maorí hacia la curación del trauma y la restauración, situando las prácticas basadas en la naturaleza en el centro de su enfoque. En Estados Unidos, la National Domestic Workers Alliance (Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas), dirigida por sus miembros, recurrió a la somática, una modalidad intensiva mente-cuerpo, para ayudar a las trabajadoras domésticas a superar el trauma y la opresión internalizada y asumir funciones de liderazgo en la organización.

Otros ejemplos son el Movimiento Sarvodaya Shramadana de Sri Lanka, que patrocina meditaciones mixtas sobre el bienestar de cada grupo. La Fundación Dunna de Colombia utiliza una mezcla de círculos de sanación, yoga, danza y otras técnicas psicofísicas mente-cuerpo para reintegrar en la sociedad a excombatientes del conflicto armado. Y en California, Guiding Rage into Power se basa en los principios de la justicia reparadora para llevar a los hombres encarcelados a un viaje de responsabilidad y sanación colectiva. Por el camino, procesan y sanan los abusos, la violencia y los traumas sufridos en su infancia y en su juventud, una experiencia que los participantes han descrito como "alteradora de la conciencia".

Aunque ciertamente no existe un enfoque único, dada la importancia primordial del contexto histórico y cultural, varias prácticas de curación colectiva trascienden los contextos culturales y geográficos:

·       Honrar y acoger las tradiciones culturales, las identidades y las lenguas de todas las personas afectadas por los procesos de cambio social o que participan en ellos.

·       Introducir prácticas corporales como la danza, el canto, la meditación en grupo y el trabajo somático para ayudar a los participantes a reconectar con su físico y regular sus sistemas nerviosos.

·       Centrarse en prácticas relacionales horizontales, como los círculos de sanación, que fomentan la escucha empática y reducen los desequilibrios de poder.

·       Incluir la atención plena u otras prácticas de cultivo de la conciencia para reforzar la conciencia y la capacidad de las personas de acoger sus propios estados activados y los de los demás.

·       Reconectar con la naturaleza y su poder curativo como parte fundamental del proceso.

·       Entrar en el poder de contar y hacer propia la propia historia y dar testimonio de las historias de los demás.

·       Imbuir el proceso de sacralidad mediante rituales, como hacer una ofrenda o bendición tradicional, leer un texto o poema espiritual, reconocer a los antepasados y a las generaciones anteriores o compartir leyendas tradicionales o o historias

Estas prácticas pueden parecer sencillas, incluso obvias. Sin embargo, los principales esfuerzos de cambio social rara vez les dan prioridad, las apoyan económicamente y las incorporan sistemáticamente con intención y habilidad. A menudo, esto se debe a que los líderes consideran que las prácticas de sanación colectiva son irrelevantes para lograr los resultados que se proponen o que no es una buena forma de emplear el tiempo en resolver los problemas que se plantean. Nosotros creemos lo contrario: Sólo centrando las prácticas de sanación en las formas de trabajar del sector podemos crear la amplitud interior y las condiciones externas para que se produzca la transformación del sistema.

 

Hacia sistemas curativos

Una mayor concienciación y un discurso abierto sobre el trauma individual, intergeneracional, colectivo e histórico en los sistemas que nos rodean tienen el potencial de transformar nuestros esfuerzos de resolución de problemas sociales. Abordar el trauma en nuestros sistemas requiere que creemos un espacio para que los líderes del cambio social, los equipos y las colaboraciones se comprometan a comprender cómo el trauma que llevamos dentro afecta a los problemas que tenemos fuera. También requiere que los líderes del cambio social, los expertos en traumas y los curanderos formados y tradicionales forjen colectivamente un lenguaje común; construyan confianza, relaciones y alianzas; y aboguen juntos por la integración de los procesos de curación colectiva en el trabajo de cambio de los sistemas.

Muchas de las prácticas curativas que aquí se articulan son antiguas, en el sentido de que se basan en tradiciones que las comunidades han practicado durante miles de años, pero son relativamente nuevas en el contexto del cambio social. Para transformar verdaderamente los sistemas, debemos aplicar una lente traumática a las condiciones que mantienen los problemas, adoptar una perspectiva centrada en la curación y explorar experiencias que puedan crear una curación colectiva. Siguiendo este camino, la sociedad puede conectar con nuestra humanidad compartida más profunda y acceder a todo nuestro potencial creativo para abordar los problemas sociales y medioambientales.

Este artículo se publica como parte de la Centered Self Series en colaboración con Skoll Foundation, India Development Review, Greater Good Science Center y The Wellbeing Project.

 


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